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Our Lady Guadalupe Chapel ECC
Ecumenical Catholic Community

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PASION Y MISERICORDIA...
En un mísero portal nació el amor. Por un portal, nimio y pobre, entró la divinidad hecha humanidad. Y en este Domingo de Ramos, portal de la Semana Santa, avanza entre cantos de júbilos, aleluyas, aclamaciones y ramos el que es Rey de nuestra vida: Jesús de Nazaret. En este Año de la Misericordia, el Domingo de Ramos, alcanza su más alto significado: viene la misericordia de Dios a nuestro encuentro. Lo hace sobre un burro y en medio de alabanzas.
En estos días, la misericordia de Dios, será vendida, negada, maltratada, humillada, muerta y resucitada. Y es que, ya lo dijo San Juan de la Cruz: “Al atardecer de la vida nos examinarán del amor”. La Pascua, en cierta forma, es un test que se nos brinda a todo cristiano: ¿Eres pascua del Señor –con todo lo que ello implica- allá donde te encuentras?
El Domingo de Ramos tiene, además, otras connotaciones que nos hacen recuperar y sentir el alma de niño que todos llevamos dentro. Frente a tantos dioses de hojalata y cartón que el mundo nos presenta como idílicos, esta fiesta nos hace poner los ojos en el Rey y Señor. En Aquel que, entre otras cosas, nos nutre de esperanza en instantes de desesperación, de alimento cuando vemos que el pan del mundo no nos basta y de sed de eternidad cuando, los recipientes de esta sociedad caprichosa, no nos sacian.
Por eso, el Domingo de Ramos es un cruce de sensaciones: entra por la puerta la misericordia de Dios (para ser aclamada) y saldrá por ella (en viernes santo) sin más compañía que Juan y María. Los demás, como muchos de nosotros lo hacemos durante el resto del año, mirarán –miraremos- a la cruz (con Cristo incluido) desde lejos. ¿O no?
En el fondo, Domingo de Ramos (o Domingo de la Pasión), es la antesala de la soledad y de la traición, del poderío de un gran Rey que –aparentemente- es derrotado en la cruz, de la contradicción de los que decimos quererle pero, en situaciones difíciles, nos echamos atrás. Domingo de Ramos es la alfombra del camino fácil pero, el Viernes Santo, es la cuesta arriba del amor que vale.
Hoy la misericordia de Dios, la que viene al encuentro de nuestras miserias y perdiciones, cabalga sobre pollino. Lo hace desde la humildad y sin ruido. En cambio, nuestras “misericordias” a menudo las envolvemos en notoriedad y orgullo olvidando que, el Siervo de los siervos, nos indica un camino para hacer visible nuestra entrega: la humillación y el silencio. Cantamos y coreamos en este día. Pero, también es verdad, que –el corazón- nos invita a gritar: ¡No subas, Señor!
Así entonces, aceptar nuestra propia cruz, es la entrega de Jesús por nosotros para liberarnos del peso del pecado. La lectura de la pasión nos recuerda los últimos momentos vividos intensamente por Jesús. No podemos quedarnos con la contemplación piadosa de un cuadro melodramático. La lectura de la pasión debe ayudarnos para descubrir el drama que hoy vive la humanidad y nuestra actitud ante ella. No se proclama la Pasión de Jesús para contemplar o imaginar un espectáculo masoquista que nos muestra cómo unos hombres malos mataron al Hijo de Dios. Tampoco se proclama para que los fieles nos demos golpes de pecho y lloremos desgarradamente por el “pecado de Adán”, ni para sentirnos culpables porque en esa cruz pesada. No podemos olvidar que Él cargó con nuestros pecados. Aceptar nuestra propia cruz nos cuesta mucho, pero nos puede ayudar a llegar hasta Dios. Este cuento nos puede ayudar a comprenderlo:
“Una vez un joven andaba buscando al Señor, pues quería ser su amigo. El Señor estaba en el bosque preparando cruces para que sus amigos le siguiéramos. El joven encontró al Señor y cargó con una cruz. Era grande, pesada y tenía nudos que le herían en la espalda. Un diablejo se le cruzó y le ofreció un hacha. Fue cortando trozos a la cruz para calentarse por la noche. Cortó los nudos y ya no le dañaba. Así, lisa y pequeña, resultaba bonita. Casi podría colgársela al cuello como adorno. Pero al llegar al reino vio que la puerta estaba en lo alto de la muralla. «Apoya la cruz en la muralla y trepa por los nudos», le dijo el Señor. Pero la había recortado y pulido tanto que no podía subir. «Vuelve sobre tus pasos, le insistió el Señor, y si ves a alguno agobiado, ayúdale y así podrán subir juntos los dos con la cruz de tu amigo”.
Ayudemos nosotros a llevar la cruz a aquellos que sufren su peso… Su cruz puede ayudarnos a subir al Reino… Esa es la Pasión hoy en nuestro mundo. Abramos nuestros oídos y también nuestros ojos, nuestra mente y nuestro corazón, para descubrir, en la lectura de la Pasión, nuestra propia realidad. Tal vez nos identifiquemos con el que traiciona y vende a su amigo, a su familia, o a su pueblo por dinero. El hombre que facilita su casa para celebrar la cena pascual y provee generosamente para el compartir fraterno. El miedo de los discípulos ante el peligro; la falsa promesa de Pedro de acompañar a Jesús y estar dispuesto a morir con él, y la negación posterior. La debilidad en la oración por parte de los discípulos, el sueño que no los deja ver la realidad y la invitación a estar siempre vigilantes y orantes, pues no es fácil asumir la cruz de cada día. ¿Existen esas realidades en nuestro entorno social, familiar y eclesial? ¿Existen hoy personas que buscan la justicia por medios violentos, como lo quiso hacer aquel que sacó la espada para defender el proyecto de Jesús? ¿Existen hoy personas que, llenas de miedo, abandonan la causa del Reino y se esconden para defender sus vidas? ¿Existen hoy juicios como el que le hicieron a Jesús?
Proclamemos en este inicio de la Semana Santa que, en este mundo tan vacío de referentes morales, sociales, políticos y económicos, Jesús nos da unas pistas para convertir esta realidad nuestra en un pequeño paraíso. El Papa Francisco, no hace mucho tiempo, afirmaba: “Algunos se empeñan en hacer de esta tierra un infierno, en abocarnos a una tercera guerra mundial”. Que la Pascua que vamos a celebrar sea un motivo para levantar los ojos hacia el cielo, ensanchar nuestro espíritu, afirmar nuestra esperanza y desvelarnos por aquellas situaciones que exigen nuestra presencia sobre el asnito de la humildad, servicio, amor, generosidad o amparo. Entremos con Jesús, camino de Jerusalén. Que así sea...Luz.
Que así sea...luz.
Fr. Roy Gómez, omp. royducky@gmail.com
